Sobre cómo la aventura de emprender se convierte en una tortuosa escalada a través de los desconocidos e inexplorados niveles de madurez de nuestro proyecto emprendedor.
En los cursos y seminarios que
habitualmente imparto a empresari@s y directiv@s en relación a los diferentes
aspectos de la gestión empresarial, existe un factor que se repite
constantemente como elemento de “sorpresa” y debate: El síndrome de la escalera.
Este “síndrome” tan particular se resume
en el siguiente proceso:
1. Vivimos nuestro día a día con la
convicción de que tenemos “todo controlado”,
2. pero llega un momento en que nos
topamos con algún “imprevisto” para el que no estamos suficientemente
preparados.
3. En esta nueva situación buscamos
nuevos conocimientos que nos permitan aprender a sortear el “imprevisto”,
4. y aumentamos nuestro nivel de
competencia, resolviendo exitosamente la situación,
5. situándonos en una nueva zona de
“todo casi controlado”.
6. Y con un poco de tiempo y
costumbre, vuelta al paso (1)
En este contexto,
- Nuestro
“día a día” es el peldaño actual de una imaginaria escalera que asciende hacia
la “excelencia” o la “perfección”.
- Los
“imprevistos” actúan como una pared que limita nuestro peldaño de la escalera,
impidiéndonos salir de él, pero que nos lleva a suponer que si la superamos
llegaremos al último peldaño que nos queda por escalar.
- Los
conocimientos adquiridos nos permiten “saltar la pared” y subir a un nuevo
peldaño en el que creemos haber descubierto todo lo que necesitábamos saber y
hacer. Ahí nos quedamos hasta que nos encontramos con “nuevos imprevistos”.
- Y
descubrimos que nuestro nuevo peldaño no es el último, sino que queda otro más
por escalar.
- …
y así sucesivamente …
Los fundamentos de este proceso fueron
descritos de forma general hace ya unos cuantos años (en 1969) por Laurence J.
Peter en su célebre libro “El principio de Peter”, pero actualmente se observa que
este patrón de
funcionamiento y autocomplacencia se repite constantemente en todo el ecosistema
que rodea al emprendedor, lo que genera un clima de cierta ineficacia e
ineficiencia.
Primer peldaño
Cuando un emprendedor está en el
primer peldaño de la escalera, encuentra que lo importante para tener éxito es
“tener una buena idea”, a ser posible “innovadora”, “de base tecnológica” y que
“resuelva un problema o necesidad de los clientes potenciales”.
En este peldaño se descubre que no
importan tanto nuestras propias creencias sobre las excelencias de nuestro
producto / servicio, sino que es mucho más importante lo que los clientes, los inversores
y el mercado perciban de él.
Las posibilidades de la
tecnología, la funcionalidad y el marketing son los pilares del proyecto, y
descubrimos que el “plan de negocio” o “plan de empresa” ya contempla la
solución a estos “imprevistos”, y constituye la herramienta perfecta para
“asegurar” la viabilidad (en euros) y la visibilidad de nuestro proyecto
emprendedor.
Segundo peldaño
Al llegar al segundo peldaño,
observamos con orgullo nuestro plan de empresa perfectamente desarrollado y
validado, incluyendo el mercado potencial, las oportunidades y amenazas, el
tipo y número de clientes “objetivo”, la propuesta de valor a los clientes, las
debilidades y fortalezas frente a los competidores, las cifras de venta, los
costes (fijos y variables), el punto de equilibrio, la rentabilidad esperada,
el plan de marketing, la estrategia comercial, el plan de inversiones, la forma
jurídica, el equipo de proyecto, la legislación aplicable, …
Y “descubrimos”, con cierta
frustración, que son tantos los aspectos
a tener en cuenta que podemos llegar a perder el control sobre las operaciones del
día a día, e incluso a “morir de éxito” si p.e. conseguimos un número muy
grande de pedidos que no podemos suministrar en tiempo y forma.
De repente cobra vida la “gestión
del tiempo”, la “reducción de errores”, la “gestión de inventarios”, la
“capacidad del proceso”, el “aumento de la productividad”, la “atención al
cliente”, …
Y aparecen en escena los “estándares” de
gestión, como herramientas que permiten asegurar unos requisitos
mínimos para que todo funcione de forma ordenada, intentando asegurar en lo
posible tanto la eficacia (consecución de resultados) como la eficiencia (uso óptimo
de recursos) de nuestra empresa.
Así, y más allá del “producto
innovador”, nos encontramos con sistemas de gestión para “asegurar el
cumplimiento de los requisitos de los clientes” (ISO 9001), para “asegurar el
menor impacto medioambiental” (ISO 14001 – EMAS), para asegurar “la seguridad
en el trabajo y la prevención de riesgos laborales” (OHSAS 18001), para
“asegurar la seguridad de la información” (ISO 27001), y todo un conjunto de
estándares específicos para una determinada función de la empresa.
Todos estos subsistemas, soportados
por herramientas tecnológicas adecuadas, nos pueden ayudar a “cumplir los
requisitos de los clientes, sin perder el control del día a día”,
pero el emprendedor se va encontrando con su existencia a medida que se le van
presentando los diferentes “imprevistos”, y así resulta muy difícil
controlarlos todos.
Tercer peldaño
Una vez implantados los estándares
más relevantes para nuestra empresa, y con las operaciones suficientemente
controladas, descubrimos “con horror” que:
- los
requisitos de los clientes han cambiado y se han vuelto más exigentes
- los
competidores han copiado (y mejorado) muchas de nuestras “ventajas
competitivas”, haciendo que el mercado se vuelva mucho más duro
- los
inversores se han acostumbrado a un nivel de rentabilidad, pero como han analizado
nuevos modelos de negocio, quieren que nuestro propio modelo “mejore” y sea más
rentable
- los
empleados y proveedores fueron
contratados para una determinada funcionalidad, y se resisten a “innovar” y
“mejorar” a menos que cambien las condiciones
En este nivel la “funcionalidad del producto / servicio”,
“el aseguramiento de las operaciones” y “el cumplimiento de requisitos” son
necesarios, pero no suficientes para asegurar nuestro éxito, por lo
que nos vemos obligados a innovar y a mejorar.
La orientación al cliente y al inversor,
la motivación de empleados y proveedores, la inteligencia de mercado, la
consolidación de alianzas, la gestión económico-financiera, la cartera
tecnológica, la gestión activa de inversiones y muchos otros aspectos deben
mejorarse para ajustar la eficacia y la eficiencia a los constantes cambios en
el mercado, y el emprendedor se va encontrando con cientos de herramientas de
gestión (cuadro de mando integral, despliegue de objetivos, seis-sigma,
metodologías lean, cinco eses, poka-yoke, gestión por procesos, CRMs, ERPs, equipos
de alto rendimiento, habilidades directivas, comunicación y relaciones
interpersonales, sistemas de reconocimiento, esquemas de conciliación, …) que
podrían contribuir a resolver el problema.
La falta de tiempo y de capacidad
para absorber e implantar todos estos conocimientos limitan mucho la velocidad
de respuesta de los emprendedores a la hora de realizar continuas mejoras en el
sistema de gestión, por lo que poco a poco se van dando cuenta de que se
necesitan “nuevas
formas de hacer las cosas” (innovación en gestión) para anticiparse a las
necesidades de los clientes, de los inversores y del mercado, y
todas esas herramientas de gestión, utilizadas por la mayor cantidad de
personas posible (empleados, proveedores, clientes) contribuyen a poner las
bases de “un nuevo orden” en la empresa.
Cuarto peldaño
Tras el esfuerzo de intentar
adelantarse al mercado para mantener “satisfechos” a clientes e inversores, contando
con empleados y proveedores suficientemente motivados, el emprendedor llega al
cuarto peldaño y se encuentra con que:
- los
empleados ya no son sólo un “recurso” necesario para realizar las operaciones
de la empresa, sino que tienen la llave de las innovaciones y mejoras de todo tipo
que se pueden llevar a cabo.
- los
proveedores ya no son sólo un “recurso” de bajo interés, sino que pueden
contribuir ampliando nuestra capacidad de respuesta, innovación y mejora (son
expertos en lo suyo).
- los
inversores ya no son sólo un “recurso” interesado en la rentabilidad a corto
plazo, sino que quieren tener “confianza” en que la rentabilidad se mantenga en
el futuro sin sobresaltos.
- los
clientes comprueban que no somos los únicos en el mercado, y como no tienen
tiempo de cambiar constantemente de proveedor, hacen un esfuerzo en “poner el
listón muy alto” para quedarse con el que mejor les atienda.
- aparecen
nuevos “grupos de interés”, desgajados del entorno social que nos rodea, que
cobran muchísima relevancia en tanto que pueden actuar como prescriptores (positivos
o negativos) de nuestra organización
En este nivel ya no es suficiente poner el foco de la
innovación y de la mejora en la funcionalidad, el control y la anticipación,
sino que además hay que orientar estos aspectos a desarrollar y mantener vínculos (compromisos)
muy fuertes con todos estos grupos de interés, que son los que van a
asegurar la sostenibilidad de nuestra organización a largo plazo, consolidando
su permanencia con nosotros y su recomendación positiva a otros.
Para poder desenvolverse en este
peldaño, el emprendedor cuenta ya con diferentes “modelos de referencia” (EFQM,
Fundibeq, Demming, Malcom Baldrige, …), que actúan como una “guía” para
identificar todos los aspectos de la gestión (más de 150) que deben ser
mejorados o cambiados para avanzar rápidamente en el camino hacia la
“excelencia en la gestión”.
Quinto peldaño
Aún por descubrir …
Actualmente se dispone en el
mercado de suficiente apoyo informativo, formativo, tutorial, metodológico y tecnológico para poder
implantar sistemas de gestión que abarquen todos los condicionantes en cada uno
de los cuatro niveles de madurez, incluso en el caso de pymes, microempresas y
autónomos, pero hay que saber que están ahí y usarlos convenientemente.
¿Sabes ya en qué peldaño quieres situar tu proyecto emprendedor?
En la Fundación Emmanuel Casbarri hemos diseñado y puesto en marcha
nuestros programas de desarrollo de emprendedores en base precisamente a la
simplificación de los sistemas para asecender por esta escalera hacia la
excelencia, para que los emprendedores puedan afrontar sin miedo y con
conocimiento de causa esta apasionante aventura.
Y para cerrar (por ahora) esta
“aventura vertical”, se puede recordar que Confucio nos planteaba algo parecido
hace ya mucho tiempo en relación con el camino hacia la perfección:
“Convierte cada paso en una meta,
y cada meta en un paso.”
“Saber que se sabe lo que se sabe,
y que no se sabe lo que no se sabe: éste es el verdadero saber.”
¡ Feliz aventura emprendedora ¡
Fundación Emmanuel Casbarri | Desarrollamos Emprendedores |
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